Synopsis
Vivía en la miseria, crónicamente enferma, era analfabeta, y a los 14 años aún no había hecho la Primera Comunión. Bernadette Soubirous fue, sin embargo, la elegida por la Madre de Dios en 1858 para visitarla dieciocho veces, a lo largo de varios meses, en la gruta de Massabielle, en los Pirineos franceses: «Yo soy la Inmaculada Concepción», se presentó. Y para la pequeña comenzó un duro calvario de interrogatorios eclesiásticos y civiles, con coacciones incluidas, que jamás torcieron su voluntad: «Yo solo cuento lo que he visto», repetía incansable.
Cuatro años después el obispo se rendía ante la autenticidad de la aparición, y en 1866 ingresó en un lejano convento para apartarse y desaparecer, en cuanto estuvo en su mano. Fue canonizada en 1933.
Quinientos millones de personas han visitado desde entonces el santuario de Nuestra Señora de Lourdes, donde la Iglesia ha reconocido oficialmente 69 milagros.
Eso no es, con todo, lo fundamental, sostiene Vittorio Messori, uno de los grandes apologistas católicos de nuestro tiempo. Lo importante es la sobrenaturalidad de la aparición misma, contra la cual se estrellan desde hace siglo y medio los racionalistas y materialistas de todo signo. Las páginas de Bernadette no nos engañó se consagran precisamente a rebatir sus argumentos, para que la verdad sobre Lourdes resplandezca con la misma fuerza que la santidad de Bernadette.